jueves, 10 de enero de 2008

Cómo se detecta a los superdotados

Para diagnosticar la superdotación lo correcto es realizar un test de inteligencia bajo la supervision de un Psicólogo. El más utilizado es el Wechsler, con tres escalas para tres grupos distintos de edades: 4 a 6 años, de 6 a 16 años, y de 16 en adelante, que es cuando se considera que se estabiliza la inteligencia.

Para niños y adolescentes aconsejamos ponerse en contacto con el orientador del centro escolar en caso de sospechar que pudiera encontrarse ante un caso de superdotación.
Se considera que una persona es superdotada cuando tiene un cociente intelectual superior a ciento treinta, cifra que alcanza entre el uno y el dos por ciento de la población. Sin embargo, la mitad de los casos de los niños y niñas superdotados no llegan a detectarse, dado que bastantes de ellos muestran poco interés hacia el estudio e incluso se dan casos de fracaso escolar, y, a veces, conductas inadecuadas. Las razones de ello están en que los contenidos que se les presentan en la escuela ya los conocen y caen en la desmotivación; y, también, que los niños superdotados tienden a no aceptar la autoridad.

Por consiguiente, un diagnóstico temprano (cuando tienen cinco o seis años de edad), ayudará a los padres y al profesorado a tomar las medidas oportunas: adaptaciones curriculares, pasarles al curso siguiente, programas complementarios...

Las características más comunes que suelen mostrar los niños superdotados son: en torno a los seis meses dicen sus primeras palabras y aprenden a hablar muy pronto; hacia los tres años ya saben leer y lo han conseguido con muy poca ayuda, además, para ellos supone un gran atractivo la lectura y los libros de consulta; tienen una enorme curiosidad e interés por saber cosas nuevas y las incorporan con mucha rapidez; muestran una memoria prodigiosa; poseen una gran habilidad para las matemáticas, ya que con poco más de tres años realizan sumas y restas sencillas; y destacan por el desarrollo de la imaginación y de la creatividad.

Actualmente se suele hacer la división entre niños: talentosos, con alta capacitación y con talentos específicos, por ejemplo, para las matemáticas.

Si los padres tienen indicios de que su hijo o hija puede tener capacidades más elevadas de lo normal, lo comentarán con el profesor-tutor, el cual, si lo ve conveniente, lo pondrá en conocimiento del servicio de orientación del centro al que asiste para que le hagan las pruebas pertinentes.

Tener un hijo o una hija superdotada no es mejor ni peor que tener uno “normal”. Se precisa, como en el resto de los casos, tomar en consideración todos los aspectos del niño para que pueda desarrollarse en plenitud. A veces, se está muy pendiente de estimular las facetas en las que destaca (a veces incluso se fuerzan) y se olvida de cuidar otras, como sus emociones o las relaciones con los demás, con lo que el niño puede sentirse fracasado como persona, aunque tengan un autoconcepto elevado en el plano académico.

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